Las enormes pérdidas rusas están suponiendo una degradación tremenda de su armamento. El ejército de Putin se ha visto obligado a desempolvar antiguos blindados BTR-50 y carros de combate como el T-62.
El conflicto ucraniano, quién lo iba a decir hace un año, se ha convertido en una verdadera guerra de desgaste. Vemos trincheras, barro y muchas bajas en ambos bandos. Parecería que hemos vuelto a la época de la Primera Guerra Mundial si no fuera porque todo queda registrado y publicado en este enfrentamiento mediático. Incluso las cosas que jamás deberían pasar. Las pérdidas son enormes y da la sensación de que en Moscú la preocupación aumenta. La prueba de ello es que cada vez vemos más blindados anticuados en acción, incluso algunos de hace casi setenta años.
Hace unos meses que la guerra se ha convertido en un conflicto de desgaste, algo que, en principio, favorece al contendiente con mayores recursos. Es lo lógico. Quien tenga mayor capacidad para reponer efectivos acabará ganando y esto apunta a los rusos. En teoría. Porque también hay que tener en cuenta otros factores que afectan tanto a invasores como a invadidos. Por un lado, en Rusia el volumen de pérdidas está alcanzando cotas prohibitivas. En estos días, el reconocido portal Oryx, que se basa en pruebas documentales, ya establece una cifra de vehículos rusos perdidos cercana a las 10.000 unidades, de las que más de 1.800 corresponderían a carros de combate y, por precisar un poco, más de 1.000 de ellos serían T-72 de todas las versiones.
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